sábado, 10 de diciembre de 2011

Tuviste demasiado miedo a enfrentarte a tus deseos

Corriste y luchaste con dragones encantados, perdiste y ganaste la vida que jamás pensaste tener. Has alcanzado la meta que todo buen caballero tiene que alcanzar. Siento decirte que para mi no hay justificación ninguna para que te presentes ante tal ser lleno de cardenales, ensangrentado y quizás con algún que otro diente partido.

¿No crees que es demasiado bella y perfecta para que saltes al ruedo con esas pintas?

Tal vez no te sirvió de nada luchar contra princesas, reyes, bufones y dragones, porque quizá y solo quizá tu verdadera princesa estuvo esperando demasiado tiempo al príncipe perdido que jamás vino. Después del largo camino recorrido, después de desesperanzas, sueños rotos y los mordiscos no te queda más que volver a un pueblo lleno de plebeyos, donde tu plebeya (o princesa si prefieres llamarla así) murió esperando un beso que jamás, y repito: jamás le fue concedido.

Vuelves a tu reino, después de un duro trasiego y no te queda más que el remordimiento de no luchar por tu amor verdadero.

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