El ir con cordura por las mañanas nunca había sido mi fuerte, supongo que a la mayoría de personas también les cuesta despertarse cada mañana de forma cabal. Además el Sol estaba aumentando fuerzas y no, mi piel no era precisamente la más adecuada para soportar sus rayos ultravioletas cada día, a las ocho de la mañana, durante los doce días que aún quedaban por venir.
“Doce, siempre son doce, ¿eh? Con lo que a mí, me gusta el once. Pues no, siempre acaban siendo doce. Doce por aquí, por allí y por allá.”
Un suspiro tras otro, que venían y se iban para dar paso de nuevo a los pensamientos sin sentido que se agolpaban unos tras otros en mi cabeza, cabeza de la que no estaba muy segura si quería o no seguir siendo dueña, cabeza que más de una vez me había dado demasiados quebraderos mentales.
Después de atravesar el estado de inconsciencia en el que el número doce y sus peculiaridades me habían sumado, conseguí penetrar en la oleada de gente que constantemente se postraba en la puerta del banco todas las mañanas.
“Joder, que difícil es el mundo cuando lo ves desde una pequeña ventanita que a penas te deja mirar de reojo todo aquello que ansias ver”, eso fue durante largos instantes lo único importante que se me pasó por la cabeza todo el tiempo que me mantuve allí, quieta e inmune a lo que pasaba a mi alrededor.
Pero, debía de seguir mi camino eso estaba claro y además no me quedaba tanto, para por fin alcanzar la cima, esa a la que anhelaba desde hacía largo tiempo. Había pasado lo más difícil y ahora lo único que me quedaba era continuar con la poca paciencia y perseverancia que me quedaba después de altibajos como los que me había encontrado a lo largo del camino.
Ya, si, ya podía contemplar las banderas ondeando a sus anchas, bailando con el poco viento que quedaba, cantando a la vida que aún les invitaba a soñar. La puerta verde, los barrotes, el edificio blanco no tan grande como otros. Por fin, por fin después de tantas hazañas, después de tantos sueños, ilusiones, esperanzas, después de las penumbras de las que pensaste que jamás saldrías: llegas al culmen, y culminas con tus ojos azules.
Por el día tres de Junio de algún año en el naciste.
Nunca supe reaccionar a las sorpresas. Será por eso que se llaman "sorpresas".
ResponderEliminarSé que hubiera disfrutado siendo vuestro maestro (prefiero maestro a profesor).
Nunca dejes de escribir.
GRACIAS